Pues bien, ¡seguimos! ( primera parte aquí )
despés de unas horas de espera, nos pasaron a la habitación donde finalmente daría a luz. Era una sala amplia, con una cama ultra moderna que se podía poner en mil posiciones, un aseo con bañera, un pequeño equipo de música, una pelota de dilatación, un armario abatible para realizar las curas y vestir a los recién nacidos ... quizás le faltaba un poco de calidez (un color cálido en las paredes, ropa de cama que no fuera la del hospital, un puff para sentarse) pero en general la habitación estaba bien y era confortable.
Pero antes hicieron vestir a mi marido con un pantalón y una camisa azul (azul hospital), que impactaba un poco. Hicimos fotos en plan desfile de moda, la verdad es que hacía mucha gracia.
A mí me pusieron una vía. Intenté negociarlo pero no hubo nada que hacer, eran protocolos del centro y a pesar de mi plan de parto, tenían que ponerla para poder actuar rápido en caso de urgencia (cosa que me hace pensar que quizás debería llevar una siempre ya que en caso de accidente podrían actuar rápidamente ... en fin ...). La comadrona me lo explicaba como excusándose y cuando le dije de comer me dijo que como mucho le autorizarían un caldo (pero me dio permiso para comer de estranquis unas galletas príncipe que llevaba en el bolso ... suerte tuve!). En este punto me sorprende una cosa: quien debería tener la máxima autoridad en un parto, después de la mujer que da a luz, debería ser la comadrona, ¿no? Pues me dejaban comer sólo caldo porque si no el anestesista las reñía si después había que poner la peridural y me ponían la vía porque era protocolo. Estos fueron los dos puntos que no respetaron de mi plan de parto.
Pues bien, creo que eran más o menos las 5 de la tarde cuando me llevaron a la sala de dilatación-parto. Había comenzado el trabajo de parto, porque tenía contracciones más regulares, pero el dolor era muy soportable. Pedí que hacerme un baño, más que nada porque estaba cansada de tantas horas esperando. La comadrona me dijo que ningún problema pero me pidió permiso para hacerme un tacto antes.
Resultado, dilatada de 4cm. Me dijo que quería asegurarse de algo y volvía, y cuando al cabo de un rato vino me dijo que había estado consultando y que según había leído era mejor que no me bañara porque dilatada de tan poco podría ser que el trabajo de parto se detuviera. Pero que una duchita relajante me iría de coña. O sea que me duché, y luego mi marido y yo nos pusimos a jugar al parchís. Me pusieron una monitorización inalámbrica que me permitía mover, pero me la iban sacando para que no me obsesiona demasiado con el tema de las contracciones.
La partida de parchís no la terminamos. Yo cada vez tenía contracciones más seguidas y ya no sabía cómo ponerme, así que aparcamos el juego y salimos al pasillo a dar el paseo. En cada contracción me colgaba literalmente de mi marido. Íbamos caminando, yo le avisaba cuando notaba una contracción para que me sostuviera, él me cogía y cuando pasaba la contracción seguíamos caminando. Cuando estábamos cansados entrábamos en la habitación, él se sentaba un rato y yo me tumbaba de lado. Y luego, otra vez a hacer pasillos!
La comadrona iba viniendo para ver como me encontraba, me llevaba algún jugo o caldo, me ponía las correas inalámbricas ... y así hasta las 12 de la noche, que me dijeron de ponerme antibiótico porque hacía 18 horas de la rotura de la bolsa.
También vino la ginecóloga a hacerme una exploración, y me confirmó lo que la comadrona me había dicho al tacto anterior, que el niño venía mirando hacia el cielo y que estaba muy arriba todavía. La cosa, a pesar de las contracciones, no había avanzado mucho: 6-7cm.
Yo estaba muy cansada, y aún quedaban 11 horas para el nacimiento del pequeño G.!
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