lunes, 22 de agosto de 2011

Mi parto (III -y último- )

¡Continuemos! (Segunda parte, aquí )
Una vez puesto el antibiótico me quedé inmovilizada en la cama, con el gotero enchufado. Las contracciones, tumbada, eran bastante más dolorosas. La comadrona me dijo que aprovecharíamos que estaba tumbada para intentar que el niño se girara (recordad que miraba hacia arriba) y me colocó en una postura extraña durante un ratito. Como me dolían las contracciones y no me podía mover mucho, la comadrona me iba indicando nuevas posturas para pasar el dolor. Recuerdo que se ocuparon mucho de mí, me sentí muy cuidada.
Al cabo de un rato vimos que las contracciones se paraban, y volvimos a monitorizarlas. Y resulta que se habían vuelto irregulares de nuevo y, por lo tanto, había casi parado el trabajo de parto.
Estábamos muy cansados ​​de tantas horas en el hospital. La comadrona me dijo que aunque mi plan de parto no lo contemplara, después de tantas horas y con tal cansancio y con la bolsa rota, ella me recomendaba poner oxcitocina sintética para ver si el parto se volvía a poner en marcha. Esperamos un rato para ver si la cosa volvía a ponerse en marcha sola, pero no. Además, el niño hizo una bajada de latido fetal. Llamamos a las comadronas que enseguida hicieron venir a la ginecóloga, que hizo noseque prueba sacando sangre de la cabeza del niño. Dijo que tranquilidad, que todo iba bien. Pero a eso de las 2 o 3 de la madrugada decidimos poner oxcitocina, porque la cosa no avanzaba.
Con el oxcitocina comenzaron unas contracciones mucho más violentas, y a pesar de mis reticencias hubo un momento en que ya no podía aguantar más y pedí la epidural.
Al cabo de unos 20 minutos vino el anestesista. Echó al C. y me puse muy nerviosa (tengo fobia a las agujas y mi marido me hace de elemento contrafóbico ... ¡y la epidural me daba muuuucho miedo!), y encima el hombre no me trató muy bien. .. me hacía bronca, como si mi intención fuera moverme mientras me clavaba una aguja en la espalda, ¡coño! En fin ... a pesar de no tratarme con demasiado cuidado me dijo que procuraría no ponerme mucha dosis para que pudiera ir notando las contracciones y el expulsivo. Y ciertamente, lo hizo muy bien, porque en ningún momento dejé de ser consciente de cuando me venían las contracciones, pero no me hacían casi daño.
 Estuvimos bastantes horas así, esperando que la poca oxcitocina sintética que me iba bailando por cuerpo ayudara a la dilatación. La ginecóloga tuvo que venir en 2 ocasiones más ya que que el latido del G. bajaba. Le hacía un análisis de aquellos raros por la cabeza y me decía que todo iba bien, pero la segunda vez que pasó yo me asusté mucho. Recuerdo que le dije: ¡si el niño tiene que sufrir hacemos cesárea y ya está ! Y ella me decía que no, que no era necesario, que todo estaba bien y que intentaríamos no tener que hacerla. Y yo iba insistiendo, pero ella me dijo que no, que no haría nada porque el niño estaba perfecto, que no sufriera ... Ufff ... lo recuerdo como un momento de tensión ... suerte tuvimos que hizo valer su opinión! :)
Ya llevábamos 2 cambios de turno de las comadronas. ¡Y ahora venía el 3ero y definitivo!
La comadrona que me atendió después del cambio de turno la conocía de la charla de parto natural que organizan en el Hospital. Al ver que llevábamos tantas horas y la cosa avanzaba de manera tan irregular, decidió cambiarlo todo: las sábanas, mi bata, me puso una vía nueva, hizo venir las mujeres de la limpieza a hacer la habitación .. . y la verdad es que me fue muy bien! Me sentí con nuevas energías y las contracciones volvieron a coger fuerza. Otro tacto, dilatada de 8. Aunque faltaba. Me volvió a poner en posición para ver si el niño se giraba y me tuvo un rato así hasta que envió a mi hombre a desayunar. Recuerdo que le dijo que fuera a buscar un bocadillo y viniera, pero como yo lo veía tan cansado le dije que no, que hiciera un desayuno tranquilo en la cafetería ...
Y entonces vinieron un montón de contracciones, entró la ginecóloga y me dijo que eso ya estaba. Que el niño no se había dado la vuelta y todavía estaba arriba, pero estaba dilatando muy rápido y el niño estaba haciendo muchos esfuerzos (el latido del niño estaba a tope). La comadrona me comentaba que muchas veces, cuando el marido se va de la sala, la mujer se pone a punto de parir, porque deja de pensar en cómo estará el otro. Es curioso, porque después mi madre me contó que con sus dos partos también había pasado exactamente lo mismo, ¡y mi padre casi no llega a mi nacimiento!
La ginecóloga me decía que había que bajar al niño y que cuando me viniera una contracción que empujara fuerte para ver si bajaba. Al principio no daba resultado, con la epidural tampoco acababa de ser del todo consciente de la fuerza que hacía ... pero a la que le pillé el truquillo, la cosa fue mejorando y el niño bajó bastante. La cosa estaba encarrilada. Yo iba diciendo: llamar al C.! y la comadrona iba avisando a las enfermeras para que lo buscasen, ¡que si no, no pare!. Le llamaron por megafonía y todo! Y después de algunos intentos contestó el móvil y vino volando ...!
Y cuando él llegó fue todo muy rápido. La ginecóloga me dijo que creía que eran necesarias fórceps, que el niño hacía muchos esfuerzos pero que, a pesar de haber bajado, le tendríamos que ayudar. Dijimos que adelante, claro, no estaba yo para discutir nada, y menos después del respeto con que me habían tratado y cuidado.
Y bien, después de empujar mucho y de estirar mucho ... ¡llegó al mundo el pequeño G.! Enseguida me lo pusieron encima, estaba azulete y con marcas de los fórceps (que desaparecieron a los pocos días), recubierto con el vérnix, húmedo ... ¡y aún así era la cosa más preciosa del mundo! Y tan pequeño e indefenso ...
No sé cuánto tiempo estuvimos así juntitos, sé que saqué la placenta, que la ginecóloga nos la enseñó y me empezó a coser. Como había sido un parto con fórceps la pediatra quería verlo pronto y le reclamó. Recuerdo la emoción de ver cómo su padre le cogía y. .. joder! Que guapos que estaban los dos! Vi todo el proceso de reconocimiento del niño, como lo limpiaron y vistieron ... y encima de mi otra vez para ir hasta la habitación, de donde ya no se separó de mi lado!  Y bien, esta es la historia de mi parto. Seguro que hay lagunas y errores en el tempo , pero lo recuerdo como un parto muy respetuoso a pesar de haber necesitado tantas cosas que a priori no quería. Me pedían permiso para todo, no abusaron de los tactos, me trataron con mucho respeto, sin infantilizar, explicando todo lo que iba pasando ... Nada que ver con lo que me encontré una vez en la habitación .... pero bueno, eso ya es otra historia ...

Mireia.

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